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Sociograma
Publicado porJudith Peris Gatell
Cuando comenzamos con la asignatura, concebí «Anatomía de una imagen» desde un lugar íntimo, casi clínico. El proyecto emergía como una especie de laboratorio visual: una mesa de disección en la que fragmentar fotografías, intervenirlas con ilustración y devolverlas al mundo en forma de cuerpos reconfigurados. Era una propuesta nacida del deseo de explorar lo oculto en la imagen, de revelar su arquitectura interna, sus tensiones, su respiración invisible.
Pero en esta nueva fase, la de «saltar al vacío», el proyecto ha salido de esa zona de control para entrar en contacto con un contexto real: agentes, resistencias, posibilidades y dudas. Esa salida ha sido, a la vez, una apertura y una transformación. Ya no se trata solo de diseccionar imágenes, sino de entender cómo esas imágenes viven, se activan y se resignifican en relación con otros cuerpos, espacios y miradas. El contexto no es ahora un telón de fondo, sino un tejido que atraviesa la obra y la modifica.
Una de las acciones más reveladoras ha sido la entrevista con el artista y docente Jesús M. Vázquez, cuyo trabajo y bagaje ha abierto una vía inesperada. Hablamos de texturas, de errores, de la memoria afectiva de los soportes. Me habló de cómo un error puede convertirse en una oportunidad más elocuente. Su enfoque me ayudó a comprender que mi proyecto no tenía por qué centrarse exclusivamente en la limpieza quirúrgica del collage, sino que podía abrazar lo inestable, lo errático, lo defectuoso como parte de esa «anatomía» que quería explorar a través de los propios materiales.
A raíz de este intercambio, decidí incorporar materiales de archivo con imperfecciones técnicas (polaroids veladas, negativos deteriorados) y otorgarles un lugar central. Ya no son solo materia prima, sino fragmentos con historia, restos con voz propia. Este gesto de escucha hacia lo encontrado (y no solo hacia lo creado) ha modificado la lógica del proyecto. No es solo disección; es arqueología visual.
Por otra parte, el sociograma ha sido una herramienta de revelación. Si el collage corta y reconfigura la imagen, el sociograma corta y reconfigura las relaciones. Al realizarlo, descubrí que el proyecto no es un artefacto aislado, sino un entramado: mi formación docente, las lecturas teóricas la comunidad artística en la que me muevo, las herramientas que utilizo y los canales de activación forman un cuerpo colectivo, poroso, lleno de cruces.
Al visualizar estas conexiones, el proyecto se vuelve más orgánico y menos autorreferencial. Me he dado cuenta de que debía contemplar no solo la producción de imágenes, sino también su distribución, su capacidad de activar relaciones y su modo de implicar al espectador. La imagen no termina en el papel; se expande como un organismo en red.
La exploración contextual ha generado varios cambios sustanciales:
Uno de los conceptos más fértiles que ha surgido en este proceso ha sido la idea de «radiografía visual». Me interesa trabajar la imagen como si fuese un cuerpo sometido a escáner, una forma de hacer visible lo invisible. Pero ya no desde una lógica puramente estética, sino también desde una mirada situada, afectiva, incluso política. Porque lo que ocultamos bajo la imagen no es solo estructura: son capas de memoria, género, clase, deseo, trauma.
El contexto me ha hecho más consciente de estas capas. Ahora sé que cuando coloco un órgano sobre un retrato, cuando injerto un diagrama técnico sobre una flor, estoy trazando conexiones entre cuerpos, sistemas y mundos. Ya no es solo un juego formal: es una forma de pensar lo híbrido, lo trans, lo inter.
El título de este reto no podría ser más acertado: «saltar al vacío». He pasado de una concepción interna del proyecto a una puesta en relación donde cada decisión visual implica un posicionamiento contextual. Como diría Bauman, he dejado de ser una peregrina con rumbo definido para convertirme en una jugadora: trazo reglas, las rompo, las reconfiguro. El territorio se transforma a medida que lo atravieso.
Este salto no ha sido cómodo y difícil. Ha implicado renuncias, dudas, contradicciones. Pero también descubrimientos que no habría hecho de otro modo. El collage no es solo una técnica: es una epistemología, es una forma de conocer el mundo desde lo fragmentado, lo roto, lo recombinable.
Anatomía de una imagen ya no es solo una disección estética, se trata de un proceso vital, situado, relacional. Un mapa que cambia a medida que lo recorro. Un cuerpo en mutación constante.
El sociograma, diseñado en Canva, es una radiografía simbólica, de ahí su estética forense y tonos sepia para reforzar el vínculo entre el contenido visual y el concepto de disección.
En el centro está el título del proyecto, como epicentro de un sistema de relaciones. Justo arriba, se sitúan mi doble rol como artista y docente, y el marco de la UOC, que actúa como catalizador metodológico: no solo me brinda contexto académico, sino que conecta mi práctica con la investigación y la reflexión situada.
También aparece la entrevista con Jesús María Vázquez, que ha sido clave para pensar el collage como gesto político, el cuerpo como lugar simbólico y el arte como proceso.
A la izquierda, recojo los referentes conceptuales y los materiales con los que trabajo. A la derecha, visualizo las formas de activación: redes sociales, instalación, participación del público. Y en la parte inferior, el proceso de trabajo, desde la recolección hasta la exhibición.
Por lo tanto, esta síntesis del ecosistema del proyecto y nos permite entenderlo no como un objeto cerrado, sino como una práctica expandida, crítica y en diálogo constante con su contexto.
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